¿Prefieres un chapuzón casero al oleaje marino? Las piscinas comunitarias son oasis urbanos de frescor, pero también microcosmos de normas y convivencia.
Imagina: es un sábado de agosto, 38°C en el termómetro. Bajas a refrescarte y… ¡sorpresa! Tu vecino del quinto ha montado una fiesta acuática con 20 amigos.
Gestionar una piscina comunitaria es todo un arte. Cada comunidad establece sus reglas: horarios, aforo, acceso de mascotas, uso de flotadores… Y no olvidemos la contratación del socorrista, obligación legal en muchos casos, cuyas funciones varían según el tamaño y profundidad de la piscina.
Pero más allá del disfrute, existe una realidad que muchos propietarios desconocen: su responsabilidad legal. Si alguien se lesiona, ¿quién responde?
Aquí entra en juego el seguro de Responsabilidad Civil. Aunque muchas Comunidades Autónomas no lo exigen, su importancia es crucial. Este seguro, a menudo incluido en el seguro de Comunidad, puede ser insuficiente en casos de accidentes graves. Sin una cobertura adecuada, todos los propietarios son solidariamente responsables y podrían enfrentarse a indemnizaciones que comprometan su patrimonio personal.
Así que, antes de zambullirte, asegúrate de que tu comunidad está bien cubierta. Porque en la piscina, como en la vida, más vale prevenir que pagar.